LA RED DE INTERNET Y LA RED NEURONAL. Cómo afectan las pantallas al cerebro

Ofrecemos aquí la segunda parte de nuestros apuntes para acceder a los principales debates suscitados por las pantallas de cara a abordar los procesos de aprendizaje y los procesos educativos. Continuamos desentrañando el libro Superficiales de Nicholas G. Carr, uno de los autores que han sido capaces de difundir las investigaciones más punteras sobre el tema en aras de provocar debates en la sociedad. Es un artículo más largo que el anterior porque se adentra en el corazón de su reflexión.

En una lectura superficial, muy propia de nuestra época, muchos le encuadrarían entre los tecnófobos. Pero, como todo etiquetado característico de la «cultura» de las redes sociales, esto sólo sirve para mantenernos en nuestra burbuja de interpretación. Esperemos romperla.

LA PLASTICIDAD DEL CEREBRO

Las actuales investigaciones han puesto de manifiesto que nuestro CEREBRO tiene una gran PLASTICIDAD a todas las edades (neuroplasticidad). Es cierto que las investigaciones también destacan dos momentos claves en la formación-maduración del cerebro: el primer año de la vida del niño, la pubertad- adolescencia. Pero, ¿en qué sentido se habla de plasticidad?

Es tremendamente adaptativo a todas las situaciones y circunstancias que se le presentan, capaz de regenerarse y recablearse en función de nuestras experiencias y nuestras conductas. Los malos hábitos, las adicciones las enfermedades mentales “fijan” nuestros circuitos neuronales.

Es también tremendamente plástico y moldeable no sólo a través de las experiencias externas procedentes de nuestros sentidos sino también en razón de nuestra actividad mental. Hay muchos experimentos que demuestran que nuestros pensamientos y actividades mentales también alteran neurológicamente nuestro cerebro.

Pero la PLASTICIDAD no es “ELASTICIDAD”. Un nuevo circuito neuronal condiciona a su vez nuestro hábitos y comportamientos.

Por lo tanto, estas transformaciones que se producen en el cerebro tienen mucha relación con la tecnología.

Sería importante desgranar lo que sabemos (lo que se sabe según las investigaciones) acerca de cómo se desarrolla y cómo funciona nuestro cerebro biológico para entender hasta qué punto la forma de trabajar de la RED (Internet) puede incidir en él y modificarlo. (Cap. 6 del libro) “Docenas de estudios a cargo de psicólogos, neurobiólogos, educadores y diseñadores web apuntan a la misma conclusión: cuando nos conectamos a la Red, entramos en un entorno que fomenta una lectura somera, un pensamiento apresurado y distraído, un pensamiento superficial”. “La Red ofrece exactamente el tipo de estímulos sensoriales y cognoscitivos- repetitivos, intensivos, interactivos, adictivos- que han demostrado capacidad de provocar alteraciones rápidas y profundas de los circuitos y las funciones cerebrales”

¿CÓMO ACTÚA LA RED PARA MODIFICAR EL CEREBRO?

Se señalan algunos sistemas de acceso y permanencia en la Red que tienen una especial incidencia en la configuración del cerebro:

  • Al acceder a ella, mediante el tacto (iconos, teclados…) y en la medida en que realizamos estas acciones que llamamos “navegar”, la Red emite una corriente constante de inputs a nuestras cortezas visuales, somático- sensoriales y auditivas. Apela a nuestros sentidos (en breve se incorporarán el olfato y tacto total) de una forma simultánea
  • La Red también proporciona también un sistema de alta velocidad para entregar respuestas y recompensas– “refuerzos positivos”- que fomentan la repetición de acciones tanto físicas como mentales. Esta repetición es muy importante en el “cableado” neuronal.
  • La Red además exige nuestra atención de una forma mucho más insistente y machacante que cualquier otro medio de comunicación. La red es, por su mismo diseño, un sistema de interrupción, una máquina pensada para dividir la atención. Ello no resulta sólo de su capacidad para mostrar simultáneamente muchos medios diferentes, sino también de la facilidad con la que puede programarse para enviar y recibir mensajes. Su sistema de notificaciones requiere una forma particularmente intensiva de multitarea mental. Inunda nuestra memoria de trabajo. Cada vez que desviamos la atención hacia una notificación, obligamos a nuestro cerebro a reorientarse, lo cual es una sobrecarga añadida a los recursos que requiere la lectura de las propias notificaciones.
  • La Red entraña un modo específico de acceder a la LECTO-ESCRITURA. Se rompe una estructura de comprensión basada en narrativas más o menos lineales, secuenciales, argumentativas… que delineaban un armazón estructural. Se sustituye por una estructura basada en textos cortos, fragmentados, diseminados, con múltiples posibilidades de enlazarse y estructurarse conforme a pautas aparentemente más creativas.
  • El mundo real, además, retrocede mientras procesamos el flujo de símbolos y estímulos procedentes de nuestros dispositivos.
  • La Red, además, genera una gran ansiedad que procede de nuestra atención a “nuestra posición y presencia en ella”. Nuestra posición social, que tiene que ver con nuestra presencia en la red, siempre está en juego, en riesgo de quedar fuera de juego si no estoy al tanto, de forma inmediata de los mensajes y noticias y recompensas que he obtenido con mi presencia en ella.
  • La Red nos sitúa así en un estado, que es por otro lado “instintivo” o “natural”, de distracción irreflexiva, nos coloca ante una cantidad de distracciones que jamás tuvieron nuestros antepasados. Sin distanciamiento de nuestra atención de algo que resulta problemático, es muy complicado tomar decisiones correctas. Si carecemos de un pensamiento reflexivo, que permita un pensamiento consciente, es imposible que haya igualmente pensamiento inconsciente.
  • Lo que NO HACEMOS cuando estamos conectados en la Red también entraña consecuencias neurológicas. Cuando cambian los hábitos también cambia el cerebro.

¿CÓMO SE MODIFICA EL CEREBRO?

Señalamos aquí distintos sistemas del cerebro que se ven afectados por la utilización habitual de las redes y las pantallas.

Aparición rápida de nuevas vías neuronales y debilitamiento de las viejas.  

El uso diario y frecuente de pantallas estimula a una gran velocidad la alteración de las células cerebrales y la liberación de neurotransmisores, fortaleciendo gradualmente nuevas vías neuronales al tiempo que debilita las viejas.

En varios experimentos con sujetos nóveles, después de tan sólo cinco días de exposición a las pantallas durante tan sólo una hora diaria, los circuitos neuronales del lóbulo frontal ya se habían reajustado.

Cambios en la forma de procesar la información. La lectura online

Otro hallazgo concluye que cuando la gente hace búsquedas en la Red, muestra un patrón de actividad cerebral muy distinto del que aparece cuando leemos un libro.

La lectura online no tiene nada que ver con la lectura profunda en papel. Con la lectura online regresamos al estado de meros descodificadores de información. Nuestro cerebro funciona de modo similar a cuando tratamos de resolver un crucigrama. La necesidad de evaluar enlaces para hacer elecciones en consecuencia, al tiempo que se procesan multitud de fugaces estímulos sensoriales, exige una coordinación mental y una capacidad de decisión constantes, lo que distrae permanentemente al cerebro.

El patrón que seguimos con la lectura online se corresponde con el trazo de la letra F. Se empieza echando un vistazo a las tres o cuatro líneas primeras del texto. Luego de baja la vista escaneando rápidamente las líneas más o menos hasta la mitad de la página. Por último, se deja pasear la vista un rato, como un cursor, un poco más abajo, hacia la parte inferior izquierda de la ventana. (Patrón confirmado en varios experimentos)

ClickTale, empresa que proporciona software para el análisis de cómo usa la gente las páginas web empresariales, averiguó que la gente pasa una media de 19 a 27 segundos mirando una misma página antes de desplazarse a la siguiente. En el mejor de los casos no se llegará a captar más del 18% de la página.  No tendríamos nada que decir si se tratara del comienzo de un proceso de búsqueda y selección de información. Lo diferente y preocupante es que este desbrozado a machetazos se está convirtiendo en nuestro modo dominante de lectura.

Alteraciones en el aprendizaje: la Atención y la concentración

Para este tema Carr, sigue a un investigador llamado Kandel en sus trabajos “En busca de la memoria” (2006), dónde investiga y comprueba empíricamente que el número de sinapsis en el cerebro no es fijo. Cambia con el aprendizaje.

La atención en la era de las pantallas ya ha sido objeto de numerosas investigaciones y no paran de salir libros sobre el tema. Es tan importante porque lo que determina lo que recordamos y lo que olvidamos tiene que ver con la atención.

Almacenar recuerdos o información significativa para nuestro desenvolvimiento diario, y qué decir para pensar críticamente en lo que ocurre, requiere de una gran concentración mental, amplificada por la repetición o por un intenso compromiso intelectual y emocional. Para que un recuerdo se pueda conservar la información de entrada debe transformarse a fondo, profundamente. Esto se logra mediante la atención, única capaz de asociar de forma significativa y sistemática los nuevos datos a las estructuras conceptuales ya establecidas.

Lo que la atención significa desde el punto de vista del cerebro ya ha sido bastante estudiado. La atención consciente comienza en los lóbulos frontales de la corteza cerebral, con la imposición de un control ejecutivo (lo que requiere de la maduración de del cortex) de arriba abajo. Sólo con la atención las neuronas de la corteza enviarán señales claras a las del cerebro medio, para que se produzca el neurotransmisor más potente: la dopamina.

La afluencia de mensajes en mutua competencia que recibimos cuando entramos en internet no sólo sobrecarga nuestra memoria de trabajo, sino que hace mucho más difícil que nuestros lóbulos frontales concentren la atención en una sola cosa. El proceso de consolidación de la memoria no puede ni empezar. Debido a la plasticidad de nuestras vías neuronales, cuanto más usemos la Red, más entrenamos nuestro cerebro para distraerse, para procesar información muy rápidamente y de manera eficiente, pero sin atención sostenida.

Alteraciones en el aprendizaje:  la memoria y la comprensión

Para entender cómo se altera nuestra memoria con la Red, es básico explicar cómo funciona la memoria. Lo investigado hasta ahora explica que nuestro cerebro actúa con dos tipos de memoria: la memoria a corto plazo o memoria de trabajo y la memoria a largo plazo.

Por entenderlo rápidamente con un símil del mundo de los ordenadores (aunque la comparación de nuestro cerebro con el funcionamiento de un ordenador ha hecho mucho daño), la memoria de trabajo sería un blog de notas, aunque muy limitado en cuanto a capacidad de “carga” y en cuento a tiempo. Mientras que la memoria a largo plazo sería un conjunto de archivos interrelacionados en dónde, si hay “aprendizaje” de nuevas informaciones, se van a ir almacenando los datos, generando con ello nuevos conocimientos.

Nuestra capacidad intelectual proviene en gran medida de los esquemas que hemos adquirido durante largos periodos de tiempo. Entendemos conceptos de nuestras áreas de pericia porque tenemos esquemas asociados a dichos conceptos.

La memoria de trabajo representa un papel instrumental en la transferencia de información a a la memoria a largo plazo. Y, al mismo tiempo, sólo somos conscientes de que algo está almacenado en la memoria a largo plazo cuando somos capaces de trasladarlo a la memoria de trabajo. Hay un flujo en las dos direcciones. Pero el tránsito de la memoria de trabajo a la memoria a largo plazo también forma un cuello de botella fácilmente saturable si lo sobrecargamos.

En lo que se refiere a la incidencia del uso de la Red, esto tiene unas consecuencias que, con lo dicho, ya podemos deducir. A la información que fluye a nuestra memoria de trabajo le denominamos “carga cognitiva”. Cuando esta carga cognitiva supera nuestra capacidad de almacenamiento, no podemos retener la información ni extraer las conexiones con la información ya almacenada en nuestro cerebro.

Usaremos otro símil. El reto de nuestra memoria se asemeja a ir llenando una bañera con un dedal. Al regular la velocidad y la intensidad del flujo de información, los medios que empleamos para adquirir información adquieren una importancia capital. Cuando leemos un libro, el grifo de la información mana con un goteo constante, que podemos regular con la velocidad de nuestra lectura. Gracias a la atención y concentración, podemos transferir una gran parte de la información que extraemos por esta fuente. Pero con la Red, tenemos muchos grifos de información, todos manando a chorros. Y el dedal se nos desborda mientras que corremos de un grifo a otro. Y lo que acabamos transfiriendo a la memoria de almacenamiento es un cóctel de gotas de diferentes grifos, no una corriente continua de un chorro de una misma fuente.

Hay muchas fuentes posibles de sobrecarga cognitiva, pero dos de las más importantes son, según los trabajos de muchos investigadores (citamos aquí a  Sweller, psicopedagogo australiano que ha pasado más de tres décadas estudiando cómo procesamos la información), las dos fuentes más importantes de saturación son: tener que resolver a cada momento problemas superfluos y la división de la atención. Casualmente dos de las principales prestaciones de la Red.

Estimulación del deseo y volición

La corriente casi continua de nueva información que bombardea la Red apela también de forma continua a tendencias instintivas (deseos no filtrados) que están igualmente muy estudiados en psicología. Especialmente dos: el deseo de “conexión” con los demás, de pertenencia y valoración “social”; y el de saber lo que está ocurriendo en este mismo instante, lo novedoso.

Esto explica en parte que, aún siendo consciente de todo lo que llevamos dicho sobre la Red y sus nocivos efectos, DESEEMOS ser bombardeados sistemáticamente por ella y ser permanentemente apelados e interrumpidos por ella. Desconectar no es una opción que muchos estén considerando.

La capacidad de monitorizar eventos y enviar automáticamente mensajes y notificaciones es otro de sus puntos más atractivos como tecnología de la comunicación. Con ello, sentimos, y terminamos creyendo ciegamente, que cada una de estas irrupciones están respondiendo a nuestras necesidades, intereses y deseos particulares.

Nuevas habilidades cognitivas. ¿Más inteligentes?

Todo medio, decíamos, desarrolla ciertas habilidades cognitivas en detrimento de otras. Hay un conjunto de habilidades que, en otros trabajos están mucho más desarrollados.

Nosotros señalamos algunas: la persistencia, la ampliación del campo de visión, la capacidad perceptiva, con atención a los detalles, la proactividad, la rapidez en la toma de decisiones, la coordinación óculo-manual, … muchas de ellas habilidades visual-espaciales.

Aunque este libro no se detiene en ellas, es evidente que al final será la propia Red la que defina lo que es un comportamiento inteligente.  Pero este sería otro debate.

Parece, sin embargo, haber bastante acuerdo en que esta reconceptualización de inteligencia no afecta sólo a nuestra dimensión personal (en tanto que personas) sino también a nuestra condición social y a lo que ha venido siendo nuestro patrimonio cultural.

Cuando externalizamos nuestra memoria a una máquina, y mucho más, cuando pretendemos que ésta actúe como nuestro propio cerebro (Inteligencia Artificial), también subcontratamos nuestro intelecto y, en gran medida, nuestra identidad. Lo que almacena nuestra memoria no puede interpretarse únicamente como un conjunto de informaciones y conocimientos útiles o meramente funcionales, sino hechos, acontecimientos, huellas de experiencias, conceptos y habilidades que representan una personalidad distintiva, singular.

La descarga de nuestra memoria, de nuestro intelecto, en una máquina no sólo amenaza la profundidad y el carácter distintivo del ser, sino la profundidad y el carácter distintivo de la cultura que todos compartimos. Al “vaciarnos” de nuestro denso repertorio interno de patrimonio cultural, corremos el riesgo de convertirnos en personas que, como un crepe, expanden lo superficial y carecen de hondura.

Autor: manuelaraus. Responsable del Blog Educación para la Solidaridad.

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