ANTES DE «DIGITALIZAR» LEE ESTAS SUGERENCIAS

Llegamos a la tercera entrega. También algo larga. Tiene un carácter más práctico. Recojo las propias sugerencias que Catherine hace en el libro que estamos comentando (Educar en la realidad) de cara a abordar el tema en la escuela y en la familia. Nada que no sepamos. Nada a lo que nos invite cualquier serena reflexión bien informada sobre estos temas. Por si sirven.

ALGUNOS CONSEJOS ANTES DE TOMAR DECISIONES SOBRE “DIGITALIZACIÓN” EN LAS ESCUELAS.

En el capítulo 9 del libro Educar en la Realidad encontramos las siguientes recomendaciones, fruto de haber madurado durante mucho tiempo este tema que Catherine nos ofrece antes o durante el periodo en el que procedemos a decidir “digitalizar” el centro.

Sabemos que hay Comunidades Autónomas que han dado “marcha atrás” en un proceso de digitalización, que incluye importantes objetivos competenciales para el profesorado, en el que se han dedicado muchísimos recursos de los que ya han sido dotados los centros. Esta parada y marcha atrás nos debe hacer pensar en lo importante de que todo proceso iniciado sea debidamente reflexionado y asumido críticamente por parte de las comunidades educativas. Los “decretos” no dejan más que el margen que ofrece un “video juego” para ejecutarse. El marco, las normas, los tiempos, los procedimientos y las evaluaciones vienen “de fuera”. Las de antes, y las de ahora. Si el debate social y educativo se hubiera suscitado con la importancia debida, es posible que las cosas se hicieran mucho más despacio pero también que pudieran ser asumidas (o rechazadas) con mucha mayor conciencia.

Las resistencias de antes ahora quieren convertirse en aliadas de los que cuestionaban la velocidad de las innovaciones. Y así andamos siempre, acelerados (es lo que toca, ¿no?), con la lengua fuera y llegando a destiempo o tarde a dónde otros (hablo de países y sistemas educativos) desde su experiencia, ya nos decían que deberíamos haber llegado si se les hubiera escuchado o, al menos, debatido. Otro motivo más para polarizar el debate entre tecnófilos y supuestos tecnófobos retrógrados.

Aquí van las recomendaciones, precedidas de las siguientes idean: La ausencia de evidencias científicas suficientes que avalen los procesos de sustitución de los libros de texto y los cuadernos por las tabletas u los ordenadores personales, deben llamar a los centros educativos a una actitud de prudencia y responsabilidad que se concreta en:

  1. Estar al día de las tendencias que marcan los verdaderos estudios científicos y neurocientíficos sobre el tema.
  2. Estar al día sobre los efectos perjudiciales que ya se han estudiado que tienen estas medidas.
  3. Dar toda la información que se tiene, con los pros y los contras, a las familias, de manera que ellas formen parte del proceso de cambio que se quiere llevar a cabo.
  4. Dar una oportunidad de trabajo “no digital” a los alumnos y a las familias que se opongan claramente a la medida
  5. Nunca dejarse condicionar por las prebendas y regalos corporativos que ofrecen las empresas que claramente se van a beneficiar de las opciones tomadas.

PREPARACIÓN PREVIA AL USO DE LA NT EN LA FAMILIA Y EN LAS AULAS

La perversión de los procesos de maduración personal de los niños y jóvenes integrados en esta carrera tecnológica no neutral que sostiene el turbocapitalismo no se limita, nos aclara muchas veces Catherine, a los efectos más o menos colaterales perjudiciales de los que todos más o menos vamos siendo conscientes (o eso esperamos). Tal vez el menos visible de los efectos, la reducción radical del tiempo en el que VIVIMOS LO REAL, en el mundo real, en el complejo mundo de las relaciones interpersonales que son la base nuestro desarrollo personal y social, es el más perverso. Socializarnos con la mediación de las “pantallas”, en las que estamos totalmente inmersos y abstraídos de “personalidad” más de un tercio de nuestro tiempo vital, nos produce un déficit de humanidad y de salud mental que será muy difícil de contrarrestar si las tendencias se mantienen.

Es por ello que nuestra autora recomienda viva y pasionalmente REGRESAR a lo esencial y primordial, a lo que dicta el sentido común (el menos común de los sentidos), en cuanto a educación se refiere. Y para ello propone:

  1. Reducir al máximo la multitarea tecnológica, que puede convertir a nuestros hijos en superficiales, en enamorados de la irrelevancia, en seres “huecos”.
  2. Reducir los estímulos externos que les ofrecemos que demanden su atención borrando la sensibilidad y enfriando y apagando su capacidad de asombro natural.
  3. Ayudarlos a desarrollar su “atención” y su “fuerza de voluntad”, haciendo más hincapié en la tarea bien hecha, asumida por responsabilidad, que en la gratificación inmediata externa, fuente de capricho, intolerancia a la frustración y esclavitud (no sólo emocional, también física y mental)
  4. Ayudarlos a tener un “locus de control interno”, que les permita ponderar en cada momento las consecuencias de sus acciones.
  5. Dar sentido a sus aprendizajes dando mucha más importancia a las motivaciones internas y trascendentes que a las externas. El sentido de la responsabilidad se adquiere asumiendo realmente responsabilidades, pequeñas tareas de servicio al común, a los demás, con los que vivimos, de las que tengan que “dar respuesta”, dar cuenta.
  6. Los adultos maduros, además de sus iguales, somos un factor importantísimo en el desarrollo de las relaciones interpersonales. Ya hemos dicho, que sin una figura de apego segura y sin sentido de la identidad (adulto que cuida, que apoya y que sirve de modelo), la mediación de la “pantalla” no podrá jamás asumir esa función y lo único que hará será distorsionarla.
  7. Hay que dar alternativas a las pantallas. Ante la “pantallas”, que ya han robado buena parte de nuestro tiempo, de nuestra atención y de nuestra voluntad con mecanismos semejantes a las “drogas”, no cabe oponer simplemente la fuerza de la nuestra debilitada voluntad, o decir, “lo voy a controlar”. Se necesita una alternativa que tenga al menos el mismo poder de seducción. Y esa está en la vida real, en la naturaleza, en el juego de calle con los amigos, en el deporte, en sensibilizarnos con las necesidades de los demás y prestarnos a servir, en reavivar las llamas del asombro natural- decíamos- adormecido que no muerto.

Una historia de mi cosecha. A propósito del apagón eléctrico que vivimos en España.

El lunes 18 de abril de 2025, a las 12:30 aproximadamente de la mañana, se produce un apagón eléctrico nada menos que en toda la península ibérica. No podía pasar, como muchas otras cosas que prometen los expertos que no pasarán, pero pasó. Lo que ocurrió fue de lo más aleccionador en torno a este tema de Educar en la realidad.

Todo lo que funciona enganchado a la red eléctrica dejó de funcionar: la iluminación de las calles, las casas y cualquier otro establecimiento; las máquinas y todos los electrodomésticos; los ascensores y buena parte de los motores que distribuyen el agua en muchos edificios; las calderas y los aires; todos los sistemas de control del tráfico, los metros y los trenes… y hasta dejaron de funcionar muchas telecomunicaciones (lo que no es muy explicable teniendo en cuenta que tienen que tener redes independientes y/o autónomas). Hacía un día espléndido, claro, brillante. El tiempo de luz era ya mucho más largo que el de la noche. No hacía frío ni un calor excesivo, la temperatura era muy agradable. 

Volvemos a nuestro Madrid. Los niños, al salir de la escuela, llenaron los parques. Ningún centro de actividades extraescolares podía dar servicios. En las habitaciones de casa tampoco había opción a encerrarse a jugar con los videojuegos o a doparse con un móvil conectado a internet. En los parques se corría, se jugaba, se escuchaban gritos y risas. Hicieron lo propio las familias que pudieron acompañarlos. Muchas, que tienen su trabajo muy lejos de sus casas,  estaban paralizadas o atascadas y tardaron mucho más de la cuenta en recoger a los niños de los colegios, con la consiguiente angustia de no llegar a tiempo y no tener manera de avisar a nadie. Pero muchas otras familias sí que se pudieron reunir en torno a los lugares de juego de los niños. Se charlaba animadamente, se compartían miedos, pesadillas, temores, … pero también chanzas, chascarrillos, anécdotas, noticias y risas. Muchas mesas y asientos improvisados se convirtieron en corros. La mala noticia fue motivo hasta de celebración y meriendas improvisadas. 

Los únicos medios de transporte que se podían tomar (descontando las bicis y los patinetes) eran el coche y los autobuses. Evidentemente, en una macrociudad dónde hay un parque automovilístico de cerca de dos millones de vehículos, con una intensidad de tráfico de la que es difícil tener datos y en dónde más de un millón setecientas mil personas usan transporte público, el colapso fue monumental. Lo curioso- ¡increíble! –  fue que después de cesar todos los sistemas de control del tráfico, hablamos de los semáforos, se produjo un fenómeno que todos comentaron al día siguiente. Pasado un primer momento de caos, el tráfico se empezó a autorregular. Los conductores iban pendientes de los demás conductores, tratando de facilitar la circulación, e iban pendientes de todos los peatones, que no pudiendo disponer de sus medios de transporte habituales (junto el autobús, el metro y el tren) también se empezaron a organizar en “columnas de marcha” hacia los barrios dónde tenían sus casas. Dejar de atender a las señales de control habituales (no sólo señales de tráfico sino también notificaciones del móvil), nos puso en modo de espera atenta, de atención compasiva, cordial. Muchos conductores, particulares o de servicio privado, abrían las puertas de sus vehículos y ofrecían a los peatones sus asientos para poder realizar el largo trayecto hacia sus barrios. Supimos que muchísimos que vinieron andando de norte a sur de Madrid hicieron recorridos de 2 a 5 horas de duración. Ese día no hubo que ir al gimnasio tampoco.

Tuvo que desconectarse el sistema eléctrico para que se encendiera el sistema nervioso y para que se activaran todos nuestros sentidos. También para que se hiciera visible lo que, imbuidos en la distracción, aparece todos los días invisibilizado: el cuerpo de los demás, su rostro, su mirada, su palabra, las toneladas de vivencias y sentimientos que todos llevamos en nuestra “mochila” interna y que difícilmente compartimos.

(Pasaje del libro “Préstame atención”, de Ediciones Voz de los sin Voz)

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