La sobreprotección de los niños y sus efectos

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Con la mayor brevedad posible, y por si aún no ha quedado claro, sobreproteger se ha convertido en un estilo educativo de muchas familias. Por supuesto que esto en la «mía» no pasa, sólo en la de los demás. Hemos hablado mucho de este tema. Y todos lo vemos claro. ¿O no?. En el extremo opuesto de este estilo nos encontramos el contrario: el «dejar hacer, dejar pasar». A ese también dedicaremos alguna entrada a no tardar.

Lo que viene a continuación es prácticamente un catálogo de lo que vamos a conseguir con la sobreprotección en la familia.

Qué es la sobreprotección

En primer lugar, es obligatorio distinguir un acto aislado de protección a nuestros hijos, de lo que es un estilo educativo basado en la sobreprotección. El acto aislado lo hemos puesto en práctica todos en alguna ocasión. Es algo natural, instintivo e inherente al mundo animal; pretendemos proteger a nuestro hijo de un peligro concreto, que por nuestra experiencia, sabemos que puede ocurrirle.

Como comprenderéis, es algo positivo, necesario y que estrecha más aun el vínculo padre/madre-hijo. Quien no ha quitado a un bebé algo pequeño de la mano por temor a que lo trague y se atragante, o quien no ha pegado un grito o ha agarrado fuerte de la mano a su hijo en la proximidad de un paso de cebra. Como os digo, es algo natural, lógico y necesario.

La cosa cambia sin embargo, cuando nuestros temores y miedos sobre la integridad física y mental de nuestros hijos, provocan una sobreprotección constante.

Cuando les impedimos hacer determinadas cosas, actividades, acudir a sititos… porque tenemos temores lógicos, por otro lado, de forma continuada, es cuando la sobreprotección se convierte en el argumento principal de nuestra forma de actuar como padres, y es cuando  les hacemos un flaco favor a nuestros hijos.

Posibles efectos de la sobreprotección en nuestros hijos

Digo posibles efectos, porque en esta cuestión no hay ciencias exactas. Puede suceder que los efectos que voy a describir se den en hijos de padres no sobreprotectores, y también la cuestión contraria. Ahora sí, hay que tener claro, que practicando este estilo educativo, aumentamos mucho las posibilidades de que nuestros hijos sufran las siguientes consecuencias:

–          Timidez y dependencia excesiva.

–          Inadecuado e insuficiente desarrollo de las habilidades sociales.

–          Inseguro de sí mismo y de su relación con los demás, falta de confianza.

–          No asume la responsabilidad de sus actos, ya que son sus padres los que suelen asumirla.

–          Labilidad emocional: tan pronto está contento como se echa a llorar.

–          Miedos y fobias sociales, de separación de los padres…

–          Falta de experiencias, de actividades, que desembocan en un mal desarrollo de habilidades y capacidades.

–          Inadecuado desarrollo de la empatía.

–          Falta de iniciativa propia e inadecuado desarrollo de la creatividad.

–          Sentimientos de inutilidad.

–          Es fácil que se vuelvan egocéntricos y tiranos con todo su entorno.

–          Pueden tener retrasos o dificultades en el aprendizaje, afectando a su rendimiento académico.

–          Dificultad para la toma de decisiones.

–          Tendencia al pensamiento negativo y al pesimismo.

–          Tendencia a la depresión y a trastornos afectivos…

Sacado del blog Psicoglobalia

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