
«Antivirus contra la violencia» es una guía publicada por Save de Children que ha llevado a cabo una gran amiga mía con la que no dejo debatir el problema de alfabetización digital crítica en el que nos hayamos inmersos. Os pongo en esta entrada un acceso a la misma pensando mucho en la situación que estamos viviendo. La imposición de unas «tecnologías» concretas, no neutrales, como medio y marco fundamental del proceso educativo así como palanca de innovación escolar no debiera ser un tema baladí para los educadores actuales. Ni mucho menos ser un tema que está circunscrito al ámbito de los «infinitos recursos», todos muy llamativos y estimulantes, que nos permiten dar un salto de la «escuela tradicional» a la «escuela del futuro». Y cuando hablo aquí de «educadores», lo hago en un sentido genérico, pensando no sólo en los profesionales docentes, sino también, y muy principalmente, en las familias.
Si los profesores nos sentimos desorientados, ni te cuento las familias. Por eso, me parece que esta guía, que os ofrezco no por estar editada por Save the Children sino por estar escrita por Inés, nos puede servir de punto de partida para iniciar un debate fundamental. Las tecnologías que usamos, repito, no son neutrales. Para nada. Las grandes empresas tecnológicas (Google, Facebook, Apple, Amazón) son el buque insignia de un proyecto económico, político, cultural y social «controlador», de evidentes tendencias totalitarias, nada halagüeño. Y no tengo inconveniente aquí en hacer una acusación clara que Save the Children no se atreve a hacer en esta guía por razones que ella tendrá que explicar. Pero lo que si que permite su propuesta es tomarnos en serio que el uso que hacemos de ellas tampoco es neutral. Es muy elocuente, como se apunta en este trabajo, que la élite mundial prescinde de permitir a «sus hijos» jugar con la tecnología si no es en el marco supercontrolado de un desarrollo crítico de sus aprendizajes. Detrás de una tecnología no neutral, se encuentra el mercado de las nuevas adicciones. Un mercado que sale muy rentable para unos pocos y muy costoso para los que piensan que su uso es «gratuito», esto es, precisamente para la población más empobrecida. (manuelaraus)
«En una generación de nativos y nativas digitales que acceden desde edades muy tempranas a todo tipo de dispositivos (el inicio del uso de la tecnología móvil se encuentra entre los 10 y los 12 años), las tecnologías de la información son una herramienta esencial para la interacción, el aprendizaje y el juego. Los espacios de conversación, recreación, relación y construcción a través de las nuevas tecnologías (TIC) generan oportunidades para aprender muchas habilidades sociales, emociones, y sentimientos, y son asimiladas como una forma de interacción y comunicación sociales rápidas y de respuesta y recompensa inmediatas. Esta vivencia de las tecnologías como parte de la identidad provocan que, especialmente para niños y niñas, la realidad virtual ya no se encuentre separada de la realidad física y se extienda en todos los ámbitos de su vida».
Sin embargo, internet también esconde ciertos peligros, no muy diferentes de los que existen en el «mundo real» pero que, dadas las características de la realidad digital, pueden ser más difíciles de enfrentar. Un ejemplo son las formas de violencia que pueden sufrir niños, niñas y adolescentes a través de las redes, ante las que las pautas de prevención, detección e intervención resultan todavía difusas. Así, fenómenos como el ciberacoso, la sextorsión, el grooming o las imágenes de abuso sexual infantil son realidades unidas a las interacciones online que todavía nos resultan difíciles de manejar.
Como padres y madres, estas realidades nos preocupan, y, ante la falta de conocimientos o herramientas necesarios para proteger a nuestros hijos e hijas de estos peligros, la solución que solemos aplicar es la prohibición o limitación en el uso y acceso a dispositivos. Sin embargo, la preocupación no puede ser la que guíe la educación digital que debemos dar a nuestros hijos e hijas. Necesitamos tomar la iniciativa en su educación digital y acompañamiento, no dejando como único «profesor» el acceso ilimitado a internet» (De la introducción a la Guía)
Es muy preocupante, principalmente en países donde un buen porcentaje de padres trabajan y tienen bajos niveles socio-culturales, no pueden controlar el uso crítico de las tecnologías.
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