Os presentamos unas notas tomadas del libro «El pequeño dictador» de Javier Urra, psicólogo clínico y pedagogo terapeuta. A los dieciocho años, junto a otros compañeros, pusieron en marcha un centro para niños deficientes mentales... |
…, y ocho años después ganó las oposiciones al Ministerio de Justicia y trabajó tres años con jóvenes conflictivos en Centro Cerrado. Desde 1986 desarrolla su labor en la Fiscalía y en los juzgados de Menores de Madrid. Ha sido el primer defensor del menor en España y presidente de la red europea de defensores del menor.
Desarrollo del cerebro y su influencia en la evolución conductual del niño.
Ambientes donde el niño es el centro de las atenciones, donde carece de cualquier otro tipo de responsabilidad que no sea la escuela, donde se le satisface cualquier antojo inmediatamente, propician que el cerebro se convierta en un cerebro frágil.
El lóbulo frontal regula y organiza la información de forma lógica, de acuerdo con principios racionales, sociales, morales y éticos. Si el niño no se ve enfrentado a situaciones de responsabilidad y no sufre las consecuencias de sus elecciones, este lóbulo no tendrá la suficiente información para su desarrollo. La inmadurez del lóbulo frontal producirá que el cerebro active el área anterior de éste, dando lugar a conductas instintivas y respondiendo con impulsividad a cualquier situación que le provoque alguna amenaza o riesgo de perder su seguridad y comodidad. Estos comportamientos instintivos e impulsivos son producto de un cerebro frágil que no es capaz de afrontar los nuevos desafíos y, en consecuencia, sólo reacciona de forma irreflexiva, precipitada, irracional y despreocupada de las consecuencias de sus actos.
La actual generación de padres puede influir en el retardo madurativo del lóbulo frontal, adoptando conductas permisivas y sumisas y proporcionando a sus hijos un hogar carente de valores, virtudes y carácter. El criar niños sin responsabilidad, intolerantes a la frustración, consentidos hasta el mínimo capricho, ocasiona este retardo en el lóbulo frontal, que hará de ellos adultos incapaces de tomar decisiones importantes, con un estado de dependencia permanente hacia sus padres y los demás.
El dominio emocional y el fortalecimiento del carácter son determinantes en el desarrollo cognitivo e intelectual de la persona.
El humano es un ser que se desarrolla adecuadamente cuando establece vínculos correctos con los demás; si no resuelve esta necesidad padece sufrimientos psicológicos y resulta vulnerable social y biológicamente.
Es importante que, desde el principio, los acostumbremos a no darles todo aquello que nos piden, aunque económicamente no nos suponga problema. Los niños deben valorar las cosas, aprender a esperar, a soñar, a desear lo que quieren, a esforzarse por conseguir lo que anhelan… y a no frustrarse cuando no lo pueden obtener. De otro modo empiezan por no darle valor a las cosas y terminan por no darle valor a las personas. Es muy positivo hacerles saber que hay otros niños que no tienen juguetes, que no tienen nada, que compartir proporciona felicidad; no acaparar, ésa es una forma de regalarles la semilla de la solidaridad y de erradicar el temprano egoísmo. El niño ha de ser rico, pero en el número de sonrisas que recibe. La actividad lúdica es fundamental para el desarrollo global del niño.
Formar hijos íntegros y humanos no es tarea fácil, existe una gran presión social y familiar para educarlos en un mundo de consumismos, complacencias, mediocridades y flojera. Necesitamos padres valerosos que confronten y desafíen a otras familias en el quehacer formativo, padres que ejerzan la durísima cotidianeidad educativa. Educar exige constancia, asiduidad, entrega, disgustos y sonrisas compartidas. No admite el desánimo ni la vacación. Es un programa de vida, un marcarse objetivos e ir cumpliéndolos, repetir los ejemplos correctos sin desfallecimiento. Educar es lo más bello, es compartir, ser flexible, tener criterio, es arduo, es preocuparse, pensar, disgustarse, es tiempo y tiempo, es querer, es llorar, es ilusionarse y aplaudir. Es vida, pura vida. Es transmisión.
Dar a los niños de todo -juguetes, dinero, objetos- dejarles hacer lo que quieren, ceder ante sus deseos, es un error, pues haremos de ellos unos egoístas y caprichosos, unos consentidos. Pareciera que en la actualidad lo fundamental es complacer a los hijos para evitar enfrentarlos y contradecirlos, sin importar que eso pueda causarles confusión, y sea el origen de sus conductas egoístas, demandantes, impulsivas y hasta agresivas. Estamos enfermos de hiperhedonismo.
Han de desarrollar la humildad, entendida como el proceso de la toma de conciencia de mi ser reflejado en el otro.
Uno de los mayores errores que se pueden cometer con los niños es sobreprotegerlos. Lejos de ayudarlos, les impedimos que elaboren sus propios recursos, que sean realistas, que desarrollen su sentido común, que, en definitiva, se preparen para la vida.
Autoridad, cuyo origen latino viene del término auctoritas, significa aumentar, hacer crecer, ayudar a ser más y mejor, acrecentar. Es una postura ante los hijos de ser y estar, de mostrar coherencia, de ser paciente y firme siempre, de no dejar de educar en ningún momento y estar disponible para ayudarles cuando lo necesiten.
Esta forma de autoridad se convierte en seguridad para los hijos. Hace que crezca su autoestima. Significa decir un no decidido en las ocasiones que sea preciso, y no ceder convirtiéndolo en sí; no halagar si no hay motivos, enseñar a esforzarse, a ser ordenado. Que aprendan desde pequeños que lo que realmente vale tiene un coste, y que lo que conseguimos a través de nuestro esfuerzo tiene mucho más valor que lo logrado gratuitamente, a cambio de nada.
Cuando decimos que los niños necesitan pautas, normas, reglas, hábitos, no lo hacemos con ánimo de anularlos, sino todo lo contrario; lo argumentamos desde el convencimiento de que, gracias a este modelo educativo, el niño de hoy podrá ser un adulto auténticamente libre en ese mañana que le espera.
Educar en el esfuerzo.
Los que de pequeños se esfuerzan lo mínimo, harán lo mismo de adultos. Son niños que siempre argumentan excusas. Hay que buscar el dominio de uno mismo, educar en el esfuerzo cotidiano, en el creciente fortalecimiento de la voluntad referida a todos los ámbitos, ya sean afectivos, intelectuales, deportivos, culturales, psicológicos o espirituales. Hay que desarrollar el nivel de logro que los hijos se marcan y exigirles autonomía y responsabilidad. El esfuerzo y la tenacidad son lo que da valor real a la vida; lo que se logra con trabajo y empuje se valora, y por tanto, se respeta.
Destacamos la importancia de desarrollar el CORAJE MORAL en nuestros hijos, que sean capaces de rebelarse frente a lo que observan que es inmoral.
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Autor: Javier Urra-